La vida no es vida si no se comparte, por eso quiero regalarle a todo aquel que quiera este pedacito de mi mundo, porque a vuestro lado quiero darle color a mis sueños y de algún modo ayudar a pintar los vuestros...

Una mañana en la estación.

Despierto, madrugo y me quejo en silencio, voy tarde y aún estoy así, en pijama y zapatillas de paño, es hora de hacer la maleta, tengo que volver de nuevo...
Me lavo la cara con agua helada quitando las legañas que me impiden abrir los ojos, lavo mis dientes pastosos después de la noche, cojo la última ropa limpia de la semana, me visto y me cepillo un poco el pelo, coloco como puedo desordenadamente mi equipaje y bajo a tomarme un café, se me olvidó el azúcar, está amargo, asique no lo termino, lo dejo a la mitad y me dirijo a toda prisa a la estación, al llegar descubro que a mi autobús aún le quedan horas para llegar, al parecer me equivoqué con los horarios...
Abatida, me siento en uno de los escalones, suspiro y me vuelvo a quejar: ¿Por qué a mi? tanta prisa para estar aquí perdiendo el tiempo, podría haber dormido más...
Pero en un instante, alzo mi vista por encima de mi ombligo y contemplo detenidamente mi alrededor, al frente, a pocos metros de mi, choco mi mirada con una madre de pelo teñido y alborotado, con un cochecito en sus manos, al parecer lleva algo de prisa, no para de mirar la hora a cada segundo y su hijo mientras solo pregunta:  ¿mamá ya? ¿mamá cuánto queda? y la madre dotada con esos dones que solo tiene una madre, contesta: pronto cariño, pronto.
Un poco más a mi derecha, dos hombres de mirada cansada y vacía, al parecer son extranjeros y no llevan maleta, seguramente ellos no tengan maleta, creo que ni siquiera tienen un destino fijo, ni un autobús exacto, simplemente esperan un día más a que la caridad de las buenas personas les ayude.
Entonces sigo girando, esta vez hacia la izquierda y encuentro a un muchacho joven con ojeras y una de esas bebidas energéticas en su mano izquierda, con la derecha sujetaba un libro de filosofía bastante pesado, alomejor el no ha madrugado, porque alomejor no se ha acostado.
Familias con grandes equipajes, viejecitos de pelo canoso  con su periódico y su pipa y hasta la mujer del quiosco...
Vidas con rumbos diferentes se encuentran aquí cada día con incalculables circunstancias opuestas.
De repente me da por mirar el reloj, mi autobús pasó hacía un rato, esta vez no me quejaré, esperare a que pase el siguiente.

Quisiera conocerte...

Quisiera conocerte, saber como es tu rostro frente a frente, sentir tu aliento ya gastado rozando mis mejillas suavemente, juntar palma con palma, unir línea con línea y saber como fue tu despedida...
¿Cómo habrás pasado los años sin mi?
seguro que has sido feliz,
ojalá sea así...
Observarte detenidamente
¿tienes ojeras?
quizás tu conciencia no ha dejado que durmieras.
Deseo que acabe este ansia por buscarte, este dolor inagotable, esta curiosidad tan indomable...


Ojalá pudiera odiarte...
Pero no, no puedo, el odio sería tan grande que acabaría por destrozarme...